Reacción en Cadena
Urgencia de Actuar
Celebrada cada 24 de octubre, constituye una fecha de gran trascendencia para fomentar una reflexión profunda sobre esta crisis e impulsar a las sociedades hacia la implementación de esfuerzos perdurables. Aunque no ha sido formalmente reconocido por las Naciones Unidas, este día cuenta con su respaldo implícito, lo cual subraya la necesidad imperiosa de abordar y mitigar sus efectos devastadores. Así, se presenta como una oportunidad crucial para alinear las gestiones globales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente el ODS 13: Acción por el Clima, cuyo mandato es «la adopción de medidas urgentes» para tratar de manera efectiva dicha amenaza.
En este contexto, la biotecnología se perfila como una herramienta determinante para la implementación de acciones concretas y efectivas. Los avances en este campo permiten no solo una comprensión más profunda de los impactos que lo acompañan, sino también el desarrollo de soluciones innovadoras que contribuyen a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la promoción de la resiliencia de los ecosistemas y la reversión de la pérdida de biodiversidad. Consolidándose como un aliado estratégico en la consecución de los compromisos internacionales de sostenibilidad, facilitando el cumplimiento de metas clave.
Acuerdo de París
Adoptado en 2015, constituye el Marco Normativo Preeminente y su objetivo primordial radica en limitar el incremento de la temperatura media global a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales. Para alcanzar dicha meta, los Estados signatarios deben presentar sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), las cuales representan compromisos nacionales específicos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y fomentar maniobras de adaptación a las consecuencias adversas de la crisis climática.
La biotecnología se perfila como un componente esencial en la consecución de estos compromisos. Diversas naciones, como los Estados miembros de la Unión Europea y Canadá, han implementado iniciativas biotecnológicas orientadas a la reducción de emisiones de carbono. La Unión Europea, por ejemplo, ha establecido planes que incentivan el empleo de biocombustibles avanzados y bioplásticos, promoviendo así una transición hacia una economía circular de bajas emisiones de carbono. Paralelamente, Canadá ha invertido considerablemente en tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS), utilizando microorganismos modificados genéticamente que poseen la capacidad de capturar CO₂ de manera altamente eficiente, acumulándolo de forma segura en reservorios geológicos.
Estos casos ilustran cómo las innovaciones biotecnológicas están siendo integradas en las políticas climáticas sin mediar fronteras, destacando su potencial para acelerar el cumplimiento de los objetivos internacionales de contención. En esta línea, Chile ha revisado y actualizado sus compromisos climáticos, fijando como meta la neutralidad en carbono para 2050 y una reducción del 30% en sus emisiones para el año 2030 en comparación con los niveles de 2007, demostrando así una dedicación sólida y ambiciosa.
Impacto Global
Impulsado por actividades antropogénicas como la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la industrialización desenfrenada, el cambio climático está modificando profundamente el ecosistema planetario. Estas alteraciones se manifiestan a través del incremento de la temperatura del globo, la acidificación de los océanos, la degradación de hábitats, la acelerada extinción de especies y los grandes desplazamientos de poblaciones humanas y animales. Ante esta situación apremiante, la biotecnología emerge como un componente que ofrece alternativas para enfrentar desafíos de gran magnitud.
Una de las áreas más severamente impactadas es la agricultura, la cual enfrenta eventos climáticos extremos como sequías prolongadas, modificaciones en los patrones de precipitación y la proliferación de plagas y enfermedades fitopatológicas. La biotecnología agrícola ha desarrollado cultivos genéticamente modificados (GM) con mayor resiliencia frente a condiciones adversas, permitiendo a las comunidades perpetuar la producción de alimentos de manera sostenible. Además, los avances en la ingeniería genética facilitan la optimización en el uso de recursos naturales, como el agua y los nutrientes, reduciendo así su sobreexplotación y promoviendo prácticas más eficientes y adaptativas.
Aplicaciones Tecnológicas
A pesar del escenario, nuestra realidad factual ofrece una serie de alternativas para abordar el dilema y contribuir de manera significativa a su contención. Sin embargo, no debemos olvidar que cada uno de estos recursos presenta consideraciones importantes que deben ser tomadas en cuenta para ofrecer una visión más amplia y proporcionada.
- Bioingeniería de plantas: Ha demostrado un gran potencial para aumentar la absorción de CO₂ y reducir la huella de carbono mediante rutas metabólicas sintéticas que optimizan la eficiencia, incrementando la producción de biomasa en especies modelo como el tabaco y la Arabidopsis. Sin embargo, existen incógnitas importantes de índole ética, ambiental y técnica, como la posible transferencia horizontal de genes, el impacto en la biodiversidad y la estabilidad de los transgenes. Para avanzar, es esencial garantizar la bioseguridad mediante regulaciones estrictas y comunicación transparente, además de desarrollar políticas sólidas que promuevan un equilibrio adecuado entre la innovación y la protección del entorno ecológico, fomentando también la aceptación pública.
- Bioplásticos: Han emergido como una opción para reducir tanto la contaminación como las emisiones de gases de efecto invernadero, al ser de origen biológico. Fabricados a partir de fuentes renovables, como caña de azúcar o maíz, disminuyen el uso de petróleo y pueden biodegradarse bajo condiciones controladas, reduciendo así los residuos persistentes. Sin embargo, enfrentan problemáticas como la competencia con cultivos alimentarios, lo cual genera preocupaciones. Es crucial desarrollar tecnologías basadas en fuentes alternativas como biomasa residual, algas o desechos agrícolas, y mejorar la eficiencia de producción.
- Biocombustibles avanzados: Representan una estrategia clave para aminorar las emisiones de gases de efecto invernadero en sectores como el transporte pesado y la aviación, donde la electrificación directa es compleja. El bioetanol y el biodiésel, derivados de biomasa como el maíz y aceites vegetales, son alternativas viables gracias a su capacidad de integrarse con combustibles fósiles sin modificaciones significativas en la infraestructura existente. Sin embargo, sus costos de producción siguen siendo altos, requiriendo incentivos gubernamentales para mejorar su competitividad. La producción a partir de residuos lignocelulósicos o aceites usados evita la competencia con cultivos alimentarios, pero enfrenta dilemas técnicos como la hidrólisis enzimática y las complejidades logísticas de recolección y procesamiento.
- Edición genética: La técnica CRISPR ha transformado profundamente el ámbito de los cultivos, ofreciendo una herramienta altamente precisa para la selección y optimización de rasgos agronómicos sin la necesidad de incorporar ADN exógeno. Esta tecnología ha demostrado eficacia en la edición de genes relacionados con la resistencia a plagas, la tolerancia a la sequía y el aumento del rendimiento, favoreciendo una agricultura más eficiente y sostenible. No obstante, la integración de CRISPR en la mejora de cultivos enfrenta múltiples cuestiones regulatorias y técnicas significativas. Para superar estas barreras, resulta esencial promover la colaboración entre gobiernos, instituciones de investigación y el sector privado.
Casos de Éxito
En Biotecnos, durante más de 20 años hemos trabajado directa e indirectamente en la reducción del impacto climático, implementando soluciones que reflejan nuestro firme compromiso con el medio ambiente. Un ejemplo destacado es el uso de herramientas de remediación altamente avanzadas para caracterizar y recuperar suelos contaminados, contribuyendo intensamente a la conservación de la biodiversidad y a la restauración de ecosistemas críticos. Sin dejar de mencionar nuestro rol como Entidad Técnica de Fiscalización Ambiental (ETFA) acreditada por la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA).
Pese a ello, la implementación de la biotecnología enfrenta trabas no menores, principalmente en los aspectos éticos y regulatorios. La aceptación pública de los organismos modificados genéticamente (OMG) sigue siendo un obstáculo importante, especialmente en regiones donde la percepción de los riesgos supera los beneficios, ralentizando su adopción. Además, la falta de un marco regulatorio global coherente y armonizado representa un semáforo en rojo para su aplicación masiva, complicando el desarrollo de políticas y estrategias transnacionales efectivas.
Otro reto fundamental es la bioseguridad. Si bien los avances en esta materia ofrecen un inmenso potencial, también plantean riesgos inherentes vinculados a la posible liberación de organismos modificados al ambiente. Estas vulnerabilidaddes, de carácter impredecible, exigen que las innovaciones se desarrollen bajo rigurosos controles y normativas que minimicen la probabilidad de efectos adversos.
Necesidad de Compromiso
La lucha contra el cambio climático requiere un pacto mundial sin precedentes, y la biotecnología tiene el potencial de constituirse como un pilar fundamental en este esfuerzo. Desde el desarrollo de biocombustibles avanzados hasta la bioingeniería de plantas con capacidades mejoradas de captura de carbono, tales progresos representan una oportunidad crucial para transformar la economía y disminuir significativamente nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
En línea con aquello, para que estas medidas puedan alcanzar su verdadero potencial, es esencial que la comunidad internacional colabore en la formulación de políticas y marcos regulatorios integrales que promuevan tanto el desarrollo sostenido como la implementación ágil de innovación biotecnológica aplicada.
La urgencia de actuar es incuestionable: el tiempo para disminuir los efectos del cambio climático está llegando a su fin, pero el anhelo de asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras aún persiste. Mantener esta esperanza viva, depende de nuestra capacidad de acción decisiva.



